No tengo mucho tiempo esta tarde, pero me gustaría anotar siquiera un texto del reportaje de Antonio Caño desde Washington (El País, domingo 15 de marzo de 2009). El reportaje se titula, "Nace la alianza Obama- Lula", y se subtitula: Los presidentes impulsan un nuevo modelo de relaciones en el continente americano. Antonio Caño nos dice lo siguiente: "Obama empezó confesando que desde hace tiempo es un gran admirador de Lula. El presidente brasileño le devolvió el cumplido manifestando que, desde que Obama llegó a la presidencia reza más por él que por sí mismo" (la cursiva es mía) porque nunca ha conocido ningún otro caso de un presidente que, en sólo 50 días, haya tenido que hacer frente a tantas y tan enormes dificultades. No quisiera estar en su posición, reconoció Lula. Quisiera detenerme un momento en esta declaración de Lula Da Silva: reza más por Obama que por sí mismo. Me han interesado en esta frase dos aspectos: 1) que Lula rece. Y 2) que Lula rece más por Obama que por sí mismo. Tengo que reconocer que este asunto de la oración me ha parecido muy serio. Yo también rezo. Aunque intermitentemente. Y también yo rezo más por otras personas que por mí mismo. Apenas puedo rezar por mí mismo. Se me engruda la intención de rezar al referirme a mí mismo, en cambio la oración se me dilata y vuelve respiratoria cuando pienso y rezo por alguna persona a quien quiero o por quien estoy seriamente preocupado. Hace ya muchos años, en realidad, que sólo hago oración (a mi manera) por otras personas. Rara vez y sólo muy seca y fragmentariamente, por mí mismo. Explicaré esto, que considero, dentro del contexto de este blog, perfectamente adecuado: Yo no creo que haya un Dios personal que escuche mi oración. No creo en un Dios providente o personal, un poco por el mismo motivo que no creo en la Resurrección. Como mucho, admito que hay un mundo "noumenal" transempírico, que puede ser mentado o aludido en cifra mediante experiencias religiosas serias y constantes. Este mundo es subjetivo y no puede ser objeto de ninguna verificación inmediata o mediata y no puede ser tampoco objeto común de una conciencia intersubjetiva. El mundo de lo divino tiene que ser puesto entre paréntesis y tratado en suspensión, suspendido en el impulso imaginante y orante de una conciencia incrédula (ésta es la gran paradoja). Así que el efecto personal autorreferente de la oración se encuentra nihilizado, tachado, en mi caso particular. En cambio, cuando estoy preocupado por alguien, por su salud o por su felicidad, puedo hacer oración (e incluso oración de petición) aunque yo no crea que vaya a darse ninguna clase de respuesta. Ni indirecta ni directa. Esta oración por otra persona, me abre sin embargo a un ámbito respiratorio y limpio, claro y cálido, donde puedo pensar con apertura de intención, sin egoísmo, sin narcisismo, en la otra persona como parte de una comunidad de seres desconocidos o conocidos por cuyo bienestar o por cuyo éxito yo rezo. Es evidente que, como Lula Da Silva, yo he tenido una educación cristiana, y aunque ahora estoy radicalmente fuera de todo el circuito religioso- institucional, aún me queda un instinto de rezar por alguien que me preocupa o a quien admiro o a quien quiero. Le quedo muy agradecido a Antonio Caño por haber consignado en su reportaje este detalle de la conversación entre Lula y Obama.